Existe
un concepto equivocado de la creatividad. Pensamos que esas ráfagas de inspiración
vienen y se van, y que las personas somos propensas a tener buenas ideas o ideas
poco creativas. No es del todo cierto, al menos, no del todo.
Los
procesos que nos llevan a que surjan esas ideas debemos generarlos de forma
intencionada. La creatividad es, ante todo, un proceso en el que intervienen
una serie de factores y de conocimientos aplicados a una especialidad.
El
proceso creativo no es necesariamente lineal e iremos saltando de un paso a
otro según vaya evolucionando nuestra idea.
El bloqueo creativo ocurre cuando uno intenta saltárselos y llegar al punto 4
sin dar al resto el tiempo y la oportunidad de trabajar.
Búsqueda y recopilación de información
Analizar a fondo el tema.
Cuando comienzas cualquier proyecto en donde debes ser creativo, lo primero que
debes hacer es buscar toda la información que puedas conseguir sobre ese tema. Lee,
hazte preguntas, explora y averigua todo lo que puedas. La clave aquí es mirar
de todo y no enfocarse en nada. Consigue una visión global de todo el panorama
y deja los detalles para después. Un buen sistema para la “inspiración” es el
llamado brainstorming o lluvia de ideas.
Transformación de la información en ideas
El paso siguiente es
convertir toda esta información coleccionada en nuevas ideas.
Organiza todo lo que has coleccionado y extrae las ideas esenciales. Con la
mezcla de todos estos datos, el objetivo será la inspiración que
necesitas. Estas asociaciones producirán lo que conocemos como “elementos
disparadores” (la manzana de Newton).
Deja trabajar al
subconsciente. Si no llegan las ideas no desesperes, sigue ordenando y
asociando conceptos, repasar el material recolectado y buscar otros ángulos de
encarar el proyecto.
Inconscientemente
nuestro cerebro trabajará (día y noche) y curiosamente, nos lanzará respuestas
cuando dejemos de pensar conscientemente en el problema.
De
la cantidad surge la variedad y así la posibilidad de debatir la mejor manera
de afrontar el proyecto.
Sólo cuando tengamos
bastantes ideas para escoger es el momento de empezar a evaluar cuáles son las
mejores. Te darás cuenta de que casi nunca es la primera que se nos vino a la
cabeza.
Antes
de ponerte a trabajar date un tiempo para reflexionar sobre la idea elegida y
los pasos que harán que esa idea se haga realidad. Los ojos con los que miramos
nuestro trabajo un día no son los mismos en otro.
Debes
procurar que las fases del proceso creativo duren lo suficiente sin que te
falten fuerzas luego para pasar a la producción. Desafortunadamente, dentro del
campo profesional siempre tenemos un timming
pisándonos los talones que no nos permiten esta clase de lujos.
Cambia
de tareas para no saturarte y mantener la motivación y el campo de visión
abierto.
Con
frecuencia funciona tener varios proyectos en marcha; conforme lo inspirado que
te encuentres, cada día iremos saltando de uno a otro a voluntad. Esto puede
requerir más tiempo, pero da la posibilidad de comparar entre varias propuestas
e incluso mezclarlas entre sí para mejor el mensaje o el producto que queremos
promocionar.
Sin embargo, el proceso creativo no es tan lineal como cíclico o recurrente.
El número de recurrencias a cada etapa del proceso depende de la profundidad y
amplitud de la situación o problema que se aborda tanto como de la habilidad
mental, conocimientos y personalidad de cada persona.